sábado, 25 de junio de 2016

Triciclo Filipino - Filipinas



Filipinas ensaya con el triciclo eléctrico de transporte público en un enésimo intento de resolver los problemas del tráfico y la contaminación en Manila, y de paso, reducir la fuerte dependencia de la importación de petróleo

Tras el estreno a bombo y platillo de veinte triciclos ecológicos pagados con el dinero de la ayuda internacional, el presidente filipino, Benigno Aquino, dijo a los asistentes al acto celebrado esta semana, que, su Gobierno distribuirá por el país otros 20.000 vehículos de este tipo, similar al popular tuk-tuk tailandés.

"Sueño con el día en que nuestros vehículos de transporte público funcionen con combustible alternativo", dijo Aquino, dueño y piloto de un sensacional coche de la marca Porsche cuya compra desató una ola de críticas al presidente.

Aquino expuso su ilusión medioambiental unos pocos días después de anunciar la subvención de la gasolina que gastan los triciclos convencionales, unos destartalados cacharros de tres ruedas a los que culpan de la asfixiante nube de contaminación que hay en Manila.

En los últimos años, las autoridades de Filipinas ha presentado en sociedad otros ingenios de transporte público ecológico, pero por el momento estos no han pasado de ser experimentos que han dejado como testimonio varias decenas de vehículos que circulan casi inadvertidos por la apelmazada capital.

La mayoría de los coches de la vetusta flota de taxis utilizan gas licuado a presión, un combustible considerado menos contaminante que el gasóleo, mientras que desde hace muy poco algunos autobuses consumen gas natural, y por algunos distritos circulan los vehículos jeep para el transporte de pasajeros alimentados con energía eléctrica, que aquí llaman "jeepney".

Uno de los programas pioneros fue el de la exclusiva urbanización de Fort Bonifacio, por cuyas calles circulan desde hace casi tres años, unos veinte triciclos eléctricos a una velocidad máxima de 25 kilómetros por hora, que son cuantos quedan después de empezaran a retirarlos del servicio por problemas técnicos, la incomodidad de la que quejaban los pasajeros y falta de conductores adiestrados.

"Antes teníamos unos treinta, pero ahora estamos buscando buenos conductores para utilizar el resto", explica a Efe Rubén Carpio, funcionario del área de transporte público del ayuntamiento.

Según Carpio, cargar la batería de estos vehículos eléctricos cuesta alrededor de un dólar para 80 kilómetros de autonomía, al menos cinco veces menos de lo que vale llenar de combustible el depósito de un triciclo convencional.

"Su fabricación cuesta entre 150.000 y 200.000 pesos (de 2.400 a 3.200 euros), algo más que uno normal, pero si miramos el conjunto sale mucho más económico por el ahorro energético", precisa.

Carpio apunta que el mayor problema de estos vehículos es la corta vida de sus baterías, que mueren al cabo de unos 7 meses y, paradójicamente, a menudo son revendidas a los conductores de los jeepneys tradicionales, que las aprovechan para sus vehículos.

Por su parte, Sohail Hasni, especialista en energía del Banco Asiático de Desarrollo, sostiene que "por cada 20.000 triciclos ecológicos que se introduzcan en las calles de Manila, Filipinas ahorrará 100.000 litros de importaciones de combustible cada día, lo que le evitará gastar 35 millones de dólares anuales".

Según la institución bancaria, más de 3,5 millones de carritos motorizados de tres ruedas, circulan por Manila, casi siempre en recorridos cortos, y emiten a la atmósfera más de 10 millones de toneladas de dióxido de carbono, con un consumo anual de 5.000 millones de dólares en combustible importado.

Esta entidad considera que los vehículos motorizados son los responsables del 30 por ciento de la contaminación atmosférica en el país, y el transporte público el causante del 80 por ciento de la degradación del aire en Manila.

La congestión en la capital ha crecido también a raíz del rápido aumento del parque automovilístico, con un crecimiento interanual en las ventas del 27 por ciento en 2010.

"Tardo casi dos horas en llegar a mi oficina cada día con el transporte público, tengo que cambiar varias veces de autobús y por eso estoy pensando en comprarme un coche aunque también tenga que soportar los atascos", dice Domingo, un residente de las afueras de la capital.

En cuanto a otras alternativas, como la bicicleta o el paseo a pie para distancias cortas, las propias organizaciones ecologistas reconocen que son poco viables por su peligrosidad y la ausencia de aceras en condiciones en la mayor parte de la urbe.

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